Sé una dama, decían.
- Daniela Rodríguez.
- Mar 15, 2020
- 7 min read
Desde siempre, las mujeres hemos sido las actrices de la puesta en escena de la belleza, la pulcritud y la obediencia. A lo largo de la historia hemos sido las que están un paso atrás del hombre, en cargos políticos, en toma de decisiones, en la forma de expresarnos, de amar, de vestir, de comer, de andar, de vivir.
Solíamos satisfacer las necesidades de la familia, los hijos, el marido. Nos educaron para esto, aprendimos a lavar ropa, trastes, a fregar el piso, a cocinar delicioso, a vestir como “señoritas”, a tener buenos modales, a sonreír delicadamente todo el tiempo, a tratar a los otros con bondad; una mujer nunca debe perder el control, nunca grita, nunca se queja, nunca desobedece, mantiene relaciones sanas con su entorno.
Siempre hemos cargado con el lastre de un prototipo perfecto para ser mujer, actitudes y acciones que nos hacen serlo, que nos vuelven mujer, más allá de nuestro sexo.
Los hombres han sido el sexo fuerte (físicamente hablando) todo este tiempo, y si bien, no siempre podemos comparar la fuerza física de un hombre con la de una mujer, las capacidades físicas de ambos son totalmente distintas y cada uno cumple una función en el ciclo de la vida, pero no significa que por esa razón uno goce de más privilegios que el otro, finalmente ambos son seres humanos y comparten un mismo espacio y contexto.
Desde décadas pasadas nos han educado conforme a un sistema patriarcal, y en éste, nuestro papel como mujeres no va más allá de ser una dama auténtica, nos dictan qué hacer y que no, somos las damas de compañía, el trofeo dorado, la muñeca de porcelana frágil que está para admirar, hemos sido cosificadas, convertidas en objeto de satisfacción, visual y sexual, más las actividades que no comparten los hombres con nosotras, pues la escoba nos pertenece casi por derecho de nacimiento, y no, no hablo de la escoba de las brujas que simboliza libertad, hablo de la escoba que nos hicieron sujetar para poder decir “pásele a lo barrido”, para mantener el hogar limpio y nada más.
Nos enseñaron que no debemos y no podemos levantar la voz más allá del murmullo del viento, ¿cómo una dama podría exaltarse y perder el control de sus emociones?
¡Ah! que somos histéricas, lo habíamos olvidado, cómo no.
Hemos vivimos navegando en un machismo romántico, pues la caballerosidad nos ha marcado, y nos posiciona nuevamente en la fragilidad de una rosa, una rosa como las que nos obsequian en la primera cita, la que nos dejan en la orilla del balcón como declaración de amor, la rosa que fácilmente puede quebrarse para morir, y no es que no nos parezcan actos agradables, sino que de alguna forma nos ha hecho parecer débiles, porque ¿a qué mujer no le gustan los detalles?
Pero, es gracias a esto que nos consideraron incapaces de hacer actividades que sólo al hombre le pertenecían, creían que dependíamos de ellos para todo.
Una mujer cómo va a trabajar y sostenerse económicamente por ella misma, si sólo sabe lavar, cómo va a bajar de la carroza sin que le abran la puerta y le sujeten la mano, cómo va a sujetar su vestido, cómo va a ensuciarse los dedos.
Nos entrenaron bien.
Ni siquiera podíamos escoger a nuestro marido, éramos compradas, y nuestra función era servir, para procrear y limpiar, para vernos bonitas. Sin embargo, todos los capítulos de nuestra historia no fueron iguales, y surgió lo que nos posicionaría a lado de un hombre y no detrás de él.
El feminismo vendría a darnos lo que en la historia de la humanidad no habíamos conseguido, nuestros derechos, sí, a la par de nuestras obligaciones, como a todos. Pues todo tomó su respectivo lugar y forma con el paso de los años y una lucha ferviente que nos ha convertido en lo que somos en pleno siglo XXI.
A través del tiempo han existido distintas corrientes del feminismo, y para poder seguir hablando de “ser una dama” es esencial contar un poco de nuestra historia: La primer ola del feminismo surge con Olympe de Gouges, quien escribe “La declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”, que originalmente era “La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” el cual excluía por completo a las mujeres.
El texto de Olympe fue uno de los primeros que aboga por una reivindicación de los derechos civiles para la mujer. Pues el rol de la mujer implicaba tan solo labores básicas del hogar, como la limpieza, la crianza de los hijos, y la satisfacción sexual del hombre, sumándole el comportamiento adecuado ante cualquier situación, la decente vestimenta y poco provocativa porque por decencia ¡por favor!
Si bien, Mary Wollstonecraf en su “Vindicación de los derechos de la mujer” dice que la diferencia entre los géneros (hombre y mujer) no es algo natural, sino cultural y que es producido a través de la educación, y cómo no, si educábamos “hombrecitos”.
A pesar de continuar siendo reprimidas, las mujeres siguen luchando. Esto no es, sino contar la historia de las mujeres y de nuestro “deber ser”.
La segunda ola del feminismo, que ve su génesis en 1800 gracias al código civil francés, el cual exigía que las mujeres fueran obedientes y sumisas para con sus maridos, y sin derechos que gozar. Es cuando surge el sufragismo, un movimiento de acción social en el que reivindican recuperar todos los derechos civiles y el voto para mujeres.
Pero, ¿qué le debemos al hombre para pagarle con nuestra sumisión?
Después de medio siglo siendo humilladas, conseguimos alzar la voz, y quién diría que a esas mujeres les debemos esos métodos de lucha que en la actualidad realizamos, como las huelgas, sabotajes políticos y el fuego.
Consiguieron que pudiéramos votar, suponían que después de esto los demás derechos vendrían solos, y en parte así fue. Flora Tristán decía que “la mujer es la proletaria del proletariado”. Creamos una lucha contra el capitalismo, el racismo y las clases sociales.
Durante las dos guerras mundiales, el movimiento feminista se paraliza debido a tal situación, hasta 1949, en donde Simone de Beauvoir quien escribe “El segundo sexo” un estudio completo sobre las condiciones de la mujer, y que no se nace mujer sino se llega a serlo, por toda una serie de roles.
Comienza la tercer ola del feminismo, cuando termina la segunda guerra mundial, las mujeres tienen nuevas comodidades para ejercer labores del hogar, pero se deprimen, enferman… beben, se vuelven ansiosas. Betty Friedan dice que el problema era que estaban insatisfechas, pues procuran las necesidades de sus familias y no las de ellas mismas, todo esto lo explica en su libro “La mística de la feminidad”. Entonces surge NOW, el movimiento más grande de las mujeres y comienza el feminismo liberal que busca la igualdad entre ambos sexos. Conseguimos oportunidades dentro del ámbito político, de mercado laboral, entre otros, peros seguíamos viviendo violencia en nuestros hogares, lo que dio inicio a un feminismo radical, en el que nos unimos a luchar para derrocar el patriarcado, y consigue que la mujer del siglo XX sea la autora de su propia vida, hasta su liberación; pero parecía que el feminismo tenía un prototipo de mujer, y tomando en cuenta que eso era visiblemente incorrecto, se hizo conciencia de que no existe solo un modelo de mujer, dependiendo de cuestiones étnicas, sociales y culturales. Es así como llegamos al siglo XXI, conscientes sobre las desigualdades que vivimos en la sociedad en general y comenzamos a denunciar públicamente nuestras experiencias de abuso cometidas por hombres.
En la actualidad poseemos derechos humanos que en realidad no siempre nos hacen justicia, somos criticadas y violentadas por nuestra forma de vestir, pues nos damos a “desear” con esas faldas cortas que tanto nos gusta usar, con las botas que parecen de niño, las que nos hacen “machorras”, con el delineador fosforescente que poco decente es, porque eso no es de una dama.... o sí (?).
Violentadas por nuestra forma de hablar. Santo cielo, no deberíamos hablar con groserías, que dirían de nosotros, seguramente somos de barrio, niñas mal educadas e ignorantes. Una dama habla apropiadamente, una universitaria habla de forma correcta, por eso estudia.
Violentadas por nuestras preferencias sexuales, pues una dama es heterosexual, no va en contra del mecanismo de la vida, una dama da vida, tiene hijos, los educa; una dama no es pareja de otra mujer, porque qué clase de aberración son un par de labios femeninos encontrándose.
Violentadas por nuestra libertad de ser como queremos ser.
Si creímos que con conseguir el voto y la vindicación de nuestro derechos ya estaríamos exentas de sufrir por el sistema patriarcal estábamos equivocadas. Y es donde el feminismo radical toma partida de la situación, porque nos han estado asesinando, torturando, masacrando, discriminando y violando, porque hemos generado una ruptura que hace sentir vulnerable al hombre y nos coloca en una posición no más favorable, sino a la par que ellos.
Los métodos de lucha que utilizamos para hacer vivir nuestra voz y que sea escuchada, es el legado de todo un movimiento que lleva años de haber sido levantado para exigir igualdad en todos y cada unos de los sentidos de la vida cotidiana del ser humano.
Por ejemplo, la marcha que se realizó el pasado ocho de marzo, fecha en la que se celebra el día de la mujer, las mujeres mexicanas se organizaron para protestar y alzar la voz que durante años ha sido ahogada, ¿cómo? Asesinandonos, la mejor forma de callarnos, de abusar de nosotros, de pisarnos y usarnos de peldaño para sentirse superiores, para saberse “hombres”.
Sabemos y queda en claro que no es una lucha contra los hombres sino una lucha contra el sistema patriarcal, pues ni la sociedad en general ni el poder del Estado se han ocupado de la situación feminicida de nuestro país.
Otros países opinan sobre México, es un infierno para mujeres, representamos el peligro a la vida humana femenina, y pretenden que nos quedemos sentadas a conformarnos con carpetas de investigación que no tienen ni manos ni pies, mientras nuestras compañeras ya fueron torturadas, exterminadas. Han sido miles de casos en los que se asesinan mujeres a sangre fría, tan solo por el hecho de ser mujeres y aún así nos exigen no salir a las calles a protestar, a gritar, pintar paredes y monumentos, monumentos que poco tienen que ver con México, la historia que hay detrás de esas esculturas, historia que no conocemos y no nos pertenece, en cambio nuestras mujeres indígenas que pocas quedan y nos matan por su condición, su origen y su cultura, esas sí son parte de nosotros, parte de México y nos representan totalmente, nos exigen no hablar por las que ya no pueden hacerlo más, a no pedir que se haga justicia, a no luchar por lo que nos pertenece, a no exigir seguridad para conservar nuestra vida, y vivir libres. Porque una dama no hace nada de eso.
Entonces nos teñimos de violeta las prendas, soplamos brillantina rosada y sujetamos nuestro cabello con paliacates verdes, porque eso sí hace una mujer y no una dama.
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