Sí, me duele el alma
el quebrantado corazón,
me arde la sonrisa y no puedo sino perder la razón.
Beso con la yema de mis dedos el verde de la hierba,
veo a mi gente casi corriendo
iniciando su contienda.
Me desprendo por querer detenerlos,
por posar su rostro frente a la corteza del viejo roble
porque ¿Por qué no intentar ser noble?
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